El nombre de Lysander apareció por primera vez en el Liber Honorus del Capítulo de los Puños Imperiales en 567.M40 cuando, siendo un sargento de la 2ª Compañía, obtuvo la victoria sobre los herejes de Iduno en la Batalla del Puente Colonial. Este tan solo fue el primer Laurus Imperialis de todos los que recibiría. En 585.M40 alcanzó la comandancia de la 2ª Compañía tras abordar y capturar con éxito el crucero eldar Sangre de Khaine.
Fue él quien dirigió los asaltos con cápsulas de desembarco que se llevaron a cabo en los picos más altos de Haddrake Tor durante los tres años que duró el asedio a este planeta. Tras asegurar esta zona, colocó balizas de teleportación para que los exterminadores de la 1ª Compañía pudieran teleportarse a los niveles inferiores. Sin embargo, los cultistas defensores utilizaban rituales blasfemos para causar interferencias en la disformidad y muchos de los exterminadores se teleportaron a puntos incorrectos, se quedaron enterrados en roca o cayeron por enormes precipicios.
Durante un ataque, Lysander vio que todo el lado izquierdo del cuerpo de Kleitus, el capitán de la 1ª Compañía, se materializaba en el interior de una roca; pero, antes de morir, este dejó su martillo de trueno, el Puño de Dorn, en las manos de Lysander. A pesar del desastre, Lysander se negó a retirarse y se puso al mando de los supervivientes, a quienes llevó hasta el corazón de Tor mientras causaba estragos entre los cultistas con el martillo de trueno que acababa de recibir.
Durante la siguiente reorganización del capítulo, Lysander fue ascendido al rango de Primer Capitán, Señor de la 1ª Compañía, Supervisor del Puño y Vigía de Phalanx (la enorme fortaleza monasterio de los Puños Imperiales). El Capitán Lysander llevó a la 1ª Compañía hasta el corazón de las líneas enemigas durante muchos años, ya que estaba obsesionado con ser el primer Puño Imperial que nunca se hubiera retirado. Su valentía rayaba en la estupidez, pero la fortuna siempre le favoreció hasta el día de su muerte. Para los Puños Imperiales, él es la prueba de que un guerrero que está dispuesto a sacrificarlo todo alcanza la gloria.
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